El tecnofeudalismo, el sigiloso sucesor del capitalismo: Crítica a la economía política de la era digital
El tecnofeudalismo, el sigiloso sucesor del capitalismo: Crítica a la economía política de la era digital
La
promesa de la tecnología como fuerza liberadora ha sido uno de los grandes
mitos fundacionales de la modernidad. Desde la Ilustración hasta Silicon
Valley, el progreso técnico se ha asociado con la democratización del
conocimiento, la ampliación de las libertades individuales y la superación de
las jerarquías tradicionales. Sin embargo, Yanis Varoufakis, en su obra El
tecnofeudalismo, el sigiloso sucesor del capitalismo, desmonta esta
narrativa con una contundencia que invita a replantear nuestras certezas más
arraigadas. Su tesis central es tan provocadora como inquietante: el
capitalismo no ha sido sustituido por un sistema más avanzado o justo, sino que
ha mutado en una forma de feudalismo digital donde una nueva aristocracia
tecnológica ejerce un control sin precedentes sobre la vida social, económica y
política.
Este
ensayo se propone analizar las principales ideas de Varoufakis como una
reflexión orgánica sobre las transformaciones estructurales que definen nuestra
era. A través de un examen crítico de conceptos como el capital en la nube, la
renta digital, la servidumbre algorítmica y la geopolítica de los datos,
buscaremos comprender cómo el tecnofeudalismo reconfigura las relaciones de
poder, disuelve las categorías económicas tradicionales y amenaza los
fundamentos mismos de la autonomía humana. El objetivo no es solo describir
este nuevo régimen, sino interpelar al lector sobre sus implicaciones éticas y
políticas en un mundo donde la tecnología parece haber escapado al control
democrático.
Varoufakis
construye su argumento a partir de una paradoja histórica que recorre toda la
obra: la tecnología, concebida como herramienta de emancipación, se ha
convertido en el principal mecanismo de sujeción de nuestra época. Esta idea no
es nueva, pero el autor la desarrolla con una profundidad singular al
vincularla con una tradición crítica que va desde Hesíodo hasta Marx. La
metáfora del hierro, que abre el libro, sintetiza esta contradicción. El mismo
material que permite fabricar arados para cultivar la tierra también forja
espadas para conquistarla. Del mismo modo, las plataformas digitales que
prometían conectar a la humanidad han terminado por cercar los bienes comunales
de la era digital.
El
análisis de Varoufakis sobre internet es particularmente lúcido al distinguir
entre dos fases históricas. El Internet Uno, descentralizado y no
mercantilizado, encarnaba el ideal de un espacio público digital. El Internet
Dos, dominado por gigantes como Google y Facebook, ha privatizado hasta la
identidad personal. "Para hacer cualquier cosa en lo que antes
eran nuestros bienes comunales digitales, ahora tenemos que suplicar a las
grandes empresas tecnológicas". Esta frase condensa el núcleo de la
crítica: lo que comenzó como un proyecto democratizador ha derivado en un
sistema de extracción de rentas donde los usuarios son al mismo tiempo
productores y productos, consumidores y mercancías.
Esta
transformación no es accidental, sino el resultado de una lógica estructural.
Varoufakis recurre al materialismo histórico para explicar cómo el capitalismo
ha mutado para sobrevivir a sus propias contradicciones. Si en la era
industrial la explotación se ejercía sobre el trabajo asalariado en las
fábricas, en el tecnofeudalismo se extiende a todas las esferas de la vida
social. La dualidad onda-partícula de la luz, que el autor emplea como
metáfora, ilustra esta dinámica: así como la luz puede comportarse como
partícula y como onda, el trabajo en la era digital tiene una doble naturaleza.
Por un lado, el trabajo mercantil tradicional, remunerado pero precarizado. Por
otro, el trabajo experiencial no remunerado que realizamos al interactuar con
plataformas digitales, crear contenidos o simplemente navegar por la red. "El
secreto del capitalismo", escribe Varoufakis, "radica en
aprovechar lo que no puede comprar directamente: la creatividad y el esfuerzo
emocional de las personas".
El
corazón teórico de la obra reside en su diagnóstico sobre la transición del
capitalismo al tecnofeudalismo. El autor argumenta que esta transformación no
es una mera evolución, sino un cambio de paradigma que invierte la lógica
histórica del desarrollo económico. Mientras el capitalismo clásico se basaba
en la producción de bienes, la inversión productiva y la competencia de
mercados, el tecnofeudalismo opera mediante la extracción de rentas digitales,
el control monopólico de plataformas y la conversión de usuarios en siervos de
la nube.
El
concepto de "nubelistas" es central en este análisis. Estos nuevos
señores feudales no son capitalistas en el sentido tradicional, pues su poder
no deriva de la propiedad de medios de producción físicos, sino del control
algorítmico de espacios digitales. Amazon, Google o Facebook no compiten en
mercados abiertos, sino que crean ecosistemas cerrados donde establecen las
reglas del juego. "Amazon no obtiene beneficios porque no los
necesita. Es más poderosa no teniéndolos". Esta afirmación,
aparentemente paradójica, revela una verdad profunda: en el tecnofeudalismo, el
beneficio tradicional ha sido reemplazado por el poder de extraer rentas de
posición.
Varoufakis
desarrolla una tipología de las nuevas clases sociales bajo este régimen. En la
cúspide están los nubelistas, dueños de las plataformas. Luego los
"vasallos digitales", empresas tradicionales obligadas a pagar peajes
a las plataformas para acceder a mercados. Más abajo, los "proletarios de
la nube", trabajadores precarizados de la economía gig. Y en la base, los
"siervos de la nube", usuarios cuya actividad gratuita genera el
valor que sustenta el sistema. Esta estructura recuerda al feudalismo medieval,
pero con una diferencia crucial: mientras los siervos de la tierra eran
conscientes de su condición, los siervos digitales participan en su propia
servidumbre creyendo que son consumidores libres.
Otro de
sus aportes más originales es su análisis de cómo el
tecnofeudalismo ha redefinido las fuentes de valor y los mecanismos de
acumulación. En el capitalismo industrial, el beneficio surgía de la plusvalía
extraída en el proceso productivo. En el tecnofeudalismo, la renta digital
reemplaza al beneficio tradicional. Esta renta no es el fruto de la inversión
productiva, sino una transferencia de valor ejercida mediante el control de
plataformas.
El autor
identifica varios mecanismos de extracción de renta digital. El primero es la
captura de datos personales, que se convierten en la materia prima del siglo
XXI. El segundo son los peajes digitales que las plataformas imponen a otros
actores económicos. El tercero es el trabajo gratuito de los usuarios, que
genera valor sin compensación alguna. "La mayor parte del trabajo
lo realizan miles de millones de personas de forma gratuita", señala
Varoufakis al describir cómo las redes sociales dependen de contenidos
generados por usuarios.
Esta
economía de la renta tiene consecuencias macroeconómicas profundas. Al
desvincular la acumulación de riqueza de la producción real, el tecnofeudalismo
genera distorsiones sistémicas. La concentración extrema de capital en manos de
los nubelistas reduce la demanda agregada, pues las grandes tecnológicas no
reinvierten sus ganancias en producción, sino en adquirir más poder de
plataforma. Esto explica por qué, pese al crecimiento de gigantes digitales,
muchas economías avanzadas experimentan estancamiento secular.
Varoufakis
trasciende el análisis económico para examinar las dimensiones geopolíticas del
tecnofeudalismo. Su tesis es contundente: la pugna entre Estados Unidos y China
por la supremacía tecnológica no es una competencia entre capitalismos
distintos, sino una guerra por el control de los feudos digitales que dominarán
el siglo XXI.
El
concepto de "nube como territorio" es clave aquí. Así como en el
pasado las potencias competían por controlar rutas comerciales o recursos
naturales, hoy libran batallas por dominar infraestructuras digitales,
estándares tecnológicos y flujos de datos. "La nube es el nuevo
territorio", afirma, señalando que la soberanía nacional
ahora depende tanto del control de servidores como de fronteras físicas.
Esta
nueva guerra fría tiene características únicas. No se trata de un conflicto
ideológico como el del siglo XX, sino de una lucha por imponer arquitecturas
tecnológicas. Las batallas contra Huawei, TikTok o los chips avanzados son
síntomas de este enfrentamiento. Lo paradójico, señala, es que los
Estados-nación se han convertido en actores secundarios frente al poder de las
corporaciones tecnológicas que controlan la infraestructura digital.
Uno de
los capítulos más sugerentes del libro examina cómo el tecnofeudalismo ha
reconfigurado el lenguaje para naturalizar su dominación. Varoufakis argumenta
que términos como "innovación", "emprendimiento" o
"economía digital" han sido vaciados de contenido crítico para servir
como cortinas de humo que ocultan relaciones de poder.
"Nombrar
es dominar",
sentencia el autor al denunciar cómo el discurso tecnoutópico ha sido cooptado
por los nubelistas. La ideología del "tecnosolucionismo": la creencia
de que todo problema humano tiene una solución técnica, encubre la naturaleza
rentista y extractiva del modelo. Peor aún, este lenguaje construye una falsa
meritocracia donde la concentración de poder se presenta como resultado natural
del talento, no de estructuras monopólicas.
Un
aspecto crucial del tecnofeudalismo es la transformación radical del mundo del
trabajo. Las plataformas digitales han creado un nuevo paradigma laboral donde
los algoritmos gestionan, evalúan y disciplinan a los trabajadores con una
eficiencia que supera cualquier sistema jerárquico tradicional. Los
repartidores de aplicaciones, los trabajadores de almacenes gestionados por IA
o los creadores de contenido digital están sometidos a una lógica de constante
monitorización y evaluación automatizada. "Ni siquiera las
personas que escriben estos algoritmos los entienden", advierte
Varoufakis, señalando la opacidad de estos sistemas de control. Esta alienación
algorítmica no solo precariza las condiciones laborales, sino que disuelve la
posibilidad de acción colectiva, fragmentando a los trabajadores en unidades
aisladas que compiten entre sí bajo parámetros establecidos por sistemas
inescrutables.
También
explora cómo el tecnofeudalismo erosiona los fundamentos mismos de la
democracia representativa. El poder de los nubelistas no se ejerce solo a
través del control económico, sino mediante la capacidad de moldear la opinión
pública, manipular elecciones y redefinir los espacios de deliberación
política. Las redes sociales, lejos de ser ágoras digitales, se han convertido
en entornos diseñados para maximizar el engagement mediante la polarización y
la desinformación. "Los espacios digitales que parecen modernos y
accesibles son, en realidad, proyectos bien diseñados para eliminar el trabajo
remunerado", escribe Varoufakis, pero también podríamos añadir: y para
vaciar de contenido sustantivo la participación democrática. Esta colonización
de la esfera pública por intereses corporativos plantea preguntas urgentes
sobre la posibilidad de una ciudadanía crítica en un ecosistema mediático
dominado por algoritmos cuyo único objetivo es captar atención y datos
personales.
Una de
las contradicciones más agudas de este fenómeno es cómo ha logrado presentar la
servidumbre digital como una forma de empoderamiento individual. Las
plataformas promueven narrativas de creatividad autónoma y emprendimiento
personal mientras extraen valor de cada interacción. Los usuarios creen ser productores
independientes cuando en realidad son proveedores no remunerados de contenido
para las máquinas de extracción de datos. "La mayor parte del
trabajo lo realizan miles de millones de personas de forma gratuita", desmontando el mito de la participación voluntaria. Esta
ilusión de agencia es funcional al sistema, pues oculta las relaciones de
explotación bajo un discurso de libertad digital. El resultado es una paradoja
perversa: nunca hemos estado tan conectados ni nos hemos sentido tan autónomos,
y sin embargo, nunca hemos estado tan sometidos a estructuras de poder que
escapan a nuestro control y comprensión.
La obra
de Varoufakis culmina con una reflexión perturbadora: el tecnofeudalismo no
representa un avance histórico, sino una regresión a formas de dominación que
creíamos superadas. Al recentralizar el poder en manos de una nueva
aristocracia, al reinstaurar relaciones de servidumbre y al desmantelar los
mecanismos redistributivos del capitalismo keynesiano, este nuevo régimen
amenaza con consolidar un orden social más desigual y autoritario que cualquier
forma previa de capitalismo.
Sin
embargo, el libro no es un canto al determinismo. Al develar los mecanismos del
tecnofeudalismo, se abre espacios para la resistencia. La
democratización de la infraestructura digital, la recuperación de los bienes
comunales en línea y la construcción de un nuevo lenguaje crítico emergen como
caminos posibles. El desafío que plantea es tan monumental como urgente: cómo
reinventar la emancipación en una era donde las cadenas son algorítmicas y los
señores feudales habitan en servidores remotos.
En
última instancia, El tecnofeudalismo es más que un diagnóstico
económico; es una llamada a recuperar la capacidad de imaginar futuros
alternativos en un mundo que parece haber clausurado toda posibilidad de
cambio. Su mayor mérito no es solo explicar el presente, sino interpelarnos sobre
qué tipo de sociedad queremos construir ante la encrucijada histórica que
enfrentamos. Como tal, se erige como una obra indispensable para comprender los
dilemas fundamentales de nuestro tiempo.
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA
Varoufakis,
Y. (2023). El tecnofeudalismo, el sigiloso sucesor del capitalismo.
Deusto.
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