UNA EPISTEMOLOGÍA DEL SUR: CONOCIMIENTO, EXCLUSIÓN Y EMANCIPACIÓN EN LA CRÍTICA DE BOAVENTURA DE SOUSA SANTOS
UNA EPISTEMOLOGÍA DEL SUR: CONOCIMIENTO, EXCLUSIÓN Y EMANCIPACIÓN EN LA CRÍTICA DE BOAVENTURA DE SOUSA SANTOS
Desde
los márgenes del mundo moderno emerge un fenómeno que ha sido históricamente
silenciado: el reclamo por el reconocimiento de formas de saber que no se
ajustan a los moldes de la racionalidad eurocéntrica. Ese clamor, que durante
siglos ha sido ignorado o reprimido por las estructuras hegemónicas del conocimiento,
constituye el núcleo de la propuesta epistemológica de Boaventura de Sousa
Santos. Una epistemología del Sur no es solo un diagnóstico de la crisis
del saber en la modernidad, sino una apuesta radical por reinventar las
condiciones mismas de producción de conocimiento. En este ensayo, se examina
críticamente la tesis central de la obra, a saber, que no hay justicia social
global sin justicia cognitiva, y que esta última requiere desafiar las
jerarquías epistémicas impuestas por la colonialidad del saber. Para ello, se
analizarán los conceptos clave que sostienen la argumentación del autor, tales
como la sociología de las ausencias, la ecología de saberes y la insurgencia
epistemológica, así como su vinculación con procesos de emancipación social.
Sousa
Santos no se limita a denunciar las exclusiones cognitivas producidas por la
ciencia moderna; su crítica apunta a la arquitectura entera de un sistema
epistémico que ha reducido el conocimiento válido a lo que puede ser verificado
por los métodos científicos eurocentrados. En este sentido, su obra es también
una crítica de la monocultura del saber y una invitación a reconocer que “una
parte significativa de la experiencia social del mundo fue convertida en
ignorancia, superstición o folclore”. Esta operación de invisibilización,
señala el autor, no es un efecto colateral de la modernidad, sino una condición
constitutiva de su hegemonía. La exclusión epistémica opera, por tanto, como un
dispositivo de poder que determina quién puede hablar, desde dónde, y con qué
legitimidad.
El
concepto de “epistemología del Sur” es, por tanto, menos una descripción
geográfica que una posición político-epistemológica. El “Sur” al que alude no
es un espacio geográfico fijo, sino una metáfora de las luchas, resistencias y
conocimientos que han sido sistemáticamente subalternizados. El Sur es el lugar
de los saberes negados, pero también el espacio de una potencia insurgente
capaz de reconfigurar las condiciones mismas de producción de sentido. Así,
cuando Sousa Santos afirma que “no puede haber una epistemología del Sur sin
una sociología de las ausencias”, está reclamando una herramienta teórica
para visibilizar lo que el Norte global ha declarado inexistente.
La
sociología de las ausencias que propone el autor tiene por objetivo ampliar el
campo de lo considerado existente. En palabras del propio Sousa Santos, se
trata de “convertir la ausencia en presencia, la ignorancia en conocimiento,
el desperdicio en recurso”. Para ello, es necesario desenmascarar las
lógicas de clasificación que han permitido a la modernidad declarar la
invalidez o inexistencia de formas de vida, prácticas culturales o
racionalidades distintas de las que ha canonizado. Esta sociología se construye,
por tanto, desde una ética de la atención: implica escuchar a los que han sido
silenciados y tomar en serio sus conocimientos como conocimientos válidos.
Sin
embargo, Sousa Santos va más allá del reconocimiento plural de saberes: su
propuesta no es relativista ni ingenuamente multiculturalista. La ecología de
saberes, otro de los pilares de su epistemología, se funda en la idea de que “todos
los saberes son incompletos, incluso el científico”. Desde esta
perspectiva, no se trata de colocar todos los saberes en un mismo plano como si
fuesen equivalentes, sino de construir formas de diálogo entre ellos que
reconozcan sus diferencias sin traducirlas automáticamente a los términos de la
ciencia moderna. La ecología de saberes exige, por tanto, un esfuerzo doble:
reconocer la pluralidad de conocimientos y construir puentes entre ellos sin
reducir esa pluralidad a un esquema dominante.
Este
enfoque se aleja tanto del universalismo epistémico como del relativismo
cultural. De esta forma, propone una alternativa que denomina
“interculturalidad crítica”, basada en el diálogo horizontal entre saberes, sin
que uno de ellos (particularmente el científico occidental) funcione como
árbitro de validez. En este sentido, el autor apunta que “la ciencia moderna
no es ni absoluta ni exhaustiva en su capacidad de conocer el mundo”. Este
reconocimiento no implica desechar el conocimiento científico, sino situarlo
dentro de un marco más amplio de racionalidades, lo que implica también
redefinir su papel social y político.
La
crítica de Sousa Santos a la hegemonía del conocimiento moderno se inscribe en
un diagnóstico más amplio sobre la crisis de la modernidad occidental. Así, la
modernidad no es solo un proyecto de emancipación inacabado, sino también un
dispositivo de dominación que ha producido monoculturas del saber, del tiempo,
de la racionalidad y del desarrollo. En este contexto, el conocimiento ha sido
instrumentalizado para sostener relaciones de poder coloniales, patriarcales y
capitalistas. La epistemología del Sur, entonces, no solo busca cuestionar
estas estructuras, sino también imaginar alternativas a ellas. Es una apuesta
por lo que el autor llama “la posibilidad de una contrahegemonía epistémica”.
Un
elemento fundamental en esta propuesta es el reconocimiento de la experiencia
como una fuente legítima de conocimiento. Lejos de limitar el saber a lo que
puede ser demostrado empíricamente en términos científicos, Sousa Santos
reivindica las prácticas, memorias, espiritualidades y luchas colectivas como
formas válidas de conocer el mundo. Esta ampliación del campo epistémico se
articula con una ética del reconocimiento que no es meramente discursiva, sino
profundamente política: implica redistribuir el poder de nombrar, de definir,
de establecer lo que cuenta como verdad.
En
este marco, la lucha por la emancipación social no puede desligarse de la lucha
por la emancipación cognitiva. La justicia social requiere desmantelar las
estructuras de exclusión epistémica que han reducido a millones de personas al
estatuto de objetos de conocimiento, sin permitirles ser sujetos del mismo. En
este sentido, la propuesta de una epistemología del Sur es inseparable de una
pedagogía de la autonomía y de una política del reconocimiento que cuestione
las jerarquías establecidas. Así lo expresa el autor cuando afirma que “la
justicia cognitiva es la condición para una justicia social verdaderamente
global”.
La
insurgencia epistémica que propone la epistemología del Sur no es una simple
inversión del orden establecido, sino una transformación radical de las
condiciones bajo las cuales se produce y valida el conocimiento. Implica
reconocer que la colonialidad del saber sigue operando en los sistemas
educativos, en la producción académica, en las políticas públicas y en las
formas institucionalizadas de legitimación. Por ello, la tarea de descolonizar
el conocimiento no puede reducirse a incluir autores del Sur en los programas
universitarios; exige repensar desde sus fundamentos qué significa conocer, con
qué fines, desde qué lugares y en función de qué horizontes ético-políticos.
Cabe
destacar que esta propuesta epistemológica no se presenta como un modelo
cerrado, sino como un proceso en construcción, abierto a la contingencia de las
luchas sociales. En sus palabras, “una epistemología del Sur no es un nuevo
canon, sino una invitación a la traducción intercultural”. Esta traducción
no es simple ni exenta de tensiones: implica conflictos, negociaciones,
resistencias. Pero también abre la posibilidad de una cartografía cognitiva más
plural, en la que distintas formas de saber puedan coexistir sin ser
jerarquizadas de manera automática.
La
colonialidad del saber, tal como la expone Sousa Santos, no opera únicamente a
través de la represión o la censura explícita de saberes alternativos. Su
eficacia reside más bien en una operación silenciosa y persistente: la
conversión de ciertos conocimientos en “no conocimiento”. Este proceso, que el
autor denomina epistemicidio, representa una forma extrema de violencia
simbólica. Al declarar inválidas o inexistentes las formas de saber
desarrolladas por pueblos indígenas, comunidades campesinas, mujeres,
trabajadores o movimientos sociales del Sur, se niega su capacidad de interpretar
el mundo y de intervenir en él. El epistemicidio no es solo una consecuencia
del colonialismo, sino uno de sus fundamentos: una dominación que se ejerce
sobre los cuerpos, los territorios y también sobre las formas de pensar y de
conocer.
El
proyecto ilustrado de la modernidad, con su énfasis en la razón universal y el
progreso lineal, se convirtió en el paradigma dominante del conocimiento. Esta
racionalidad ha permitido avances técnicos indiscutibles, pero también ha
generado exclusiones sistemáticas. De este modo, plantea que la ciencia
moderna, aunque ha pretendido ser neutral y objetiva, ha sido cómplice de las
formas de dominación colonial, patriarcal y capitalista. Su pretensión de
verdad universal ha silenciado otras formas de saber que no se ajustan a su lógica.
“No todo lo que existe es útil para quien detenta el poder”, sugiere,
subrayando así que la definición de lo verdadero y lo falso no es un asunto
meramente técnico, sino profundamente político.
La
epistemología del Sur no niega la validez del conocimiento científico, sino que
lo sitúa en su contexto histórico, cultural y político. Desde esta óptica, el
problema no es el conocimiento científico en sí mismo, sino su conversión en un
criterio exclusivo de verdad. Sousa Santos insiste en que el conocimiento
científico debe aprender a coexistir con otros saberes sin subordinarlos. Esta
coexistencia requiere formas nuevas de diálogo, basadas en el respeto mutuo, la
reciprocidad y la apertura a lo desconocido. Solo así es posible construir lo
que el autor denomina “una racionalidad intercultural crítica”, capaz de
responder a la complejidad de los problemas contemporáneos sin caer en
reduccionismos simplificadores.
La
propuesta de una sociología de las emergencias, complementaria a la sociología
de las ausencias, apunta a identificar y valorar aquellas prácticas,
conocimientos y aspiraciones que, aunque marginales o invisibles en el
presente, poseen un potencial transformador. Esta sociología no busca confirmar
lo que ya existe, sino “explorar las posibilidades todavía no realizadas”.
En este sentido, opera como una cartografía de futuros posibles, una forma de
anticipar alternativas al orden hegemónico. Se trata de un conocimiento
comprometido, que no se limita a observar la realidad, sino que aspira a
intervenir en ella desde una perspectiva emancipadora.
Otro
aspecto relevante en la propuesta es su crítica a la manera en que el tiempo ha
sido concebido dentro del paradigma moderno. La modernidad impuso una
temporalidad lineal, progresiva, que sitúa al Norte como vanguardia del
desarrollo y al Sur como su retraso estructural. Esta “monocultura del tiempo”
no solo justifica la superioridad epistémica del Norte, sino que deslegitima
otras formas de habitar el tiempo, como las que se manifiestan en la
circularidad de los calendarios agrícolas, en la memoria oral o en los ritmos
de la vida comunitaria. Frente a esta hegemonía temporal, la epistemología del
Sur propone una ecología de temporalidades, en la que diversos modos de
relación con el tiempo puedan coexistir sin ser jerarquizados.
Finalmente,
la reinvención del conocimiento que promueve la epistemología del Sur implica
también una transformación de los propios sujetos del saber. No se trata
únicamente de abrir espacio a otras racionalidades, sino también de transformar
las subjetividades que producen conocimiento. En esta dirección, se plantea la
necesidad de “descolonizar nuestras propias maneras de pensar, sentir y
actuar”. Esto exige un ejercicio constante de autocrítica y apertura, una
disposición a dejarse interpelar por otras formas de mundo. El conocimiento, en
este marco, deja de ser una propiedad individual o institucional y se convierte
en una práctica colectiva, situada, solidaria y orientada a la emancipación.
En
definitiva, uno de los aportes más significativos del libro es, sin duda, su
capacidad para articular crítica y propuesta. Sousa Santos no se limita a
denunciar los límites del conocimiento moderno; su propuesta es propositiva,
abierta, comprometida con las luchas concretas de los pueblos del Sur global.
Su epistemología es, en este sentido, una herramienta para la acción, una forma
de pensar desde el conflicto y la exclusión, pero también desde la esperanza de
construir mundos alternativos. No se trata solo de pensar “desde el Sur”, sino
de pensar “con el Sur”, en un ejercicio colectivo de reinvención del saber.
La
relevancia de esta obra no reside únicamente en su valor teórico, sino en su
capacidad para interpelar prácticas concretas en los campos de la educación, la
investigación, la política y los movimientos sociales. Es una promesa que
desafía no solo las estructuras académicas, sino también nuestras formas
cotidianas de relacionarnos con el saber y con los otros. Su radicalidad reside
en que nos obliga a preguntarnos qué saberes hemos dejado de escuchar, qué
voces hemos silenciado y qué posibilidades hemos descartado en nombre de una
supuesta racionalidad universal.
Sin
duda, la obra representa un esfuerzo profundo por desestabilizar las bases
epistémicas de la modernidad y por abrir un horizonte plural de conocimiento en
el que la justicia cognitiva se convierta en condición de posibilidad para la
justicia social. En lugar de proponer un nuevo paradigma cerrado, se
ofrece una orientación ética y política para pensar y actuar en un mundo
profundamente desigual. Su propuesta desafía las formas hegemónicas de
producción de saber, al tiempo que construye un espacio para la pluralidad, la
traducción intercultural y la co-existencia de racionalidades múltiples.
Este
enfoque no está exento de desafíos ni de tensiones. Requiere desaprender
certezas, desmontar privilegios y asumir la incomodidad que supone reconocer la
incompletitud de nuestros propios marcos de referencia. Pero es precisamente en
esa incomodidad donde se abre la posibilidad de una transformación profunda:
del conocimiento, de las instituciones, y de las formas de vida que aspiramos a
construir. En última instancia, la epistemología del Sur no es solo una crítica
del presente, sino una apuesta decidida por un futuro en el que el saber deje
de ser un instrumento de dominación y se convierta en una herramienta de
liberación.
REFERENCIA
BIBLIOGRÁFICA
Sousa
Santos, B. de. (2009). Una epistemología del Sur: La reinvención del
conocimiento y la emancipación social (J. G. Gandarilla Salgado, Ed.).
Siglo XXI Editores / CLACSO.
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