PODER, RESISTENCIA E IDEOLOGÍA EN LA PSICOLOGÍA SOCIAL DE I. MARTÍN-BARÓ

PODER, RESISTENCIA E IDEOLOGÍA EN LA PSICOLOGÍA SOCIAL DE I. MARTÍN-BARÓ

Pocas voces han logrado subvertir los fundamentos disciplinares de la psicología social con tanta profundidad y radicalidad como la de Ignacio Martín-Baró. En una época donde la psicología se encontraba cada vez más colonizada por paradigmas individualistas, ahistóricos y funcionalistas, este jesuita y psicólogo social salvadoreño se atrevió a formular una propuesta disruptiva: hacer de la psicología una ciencia crítica, comprometida con las mayorías oprimidas de América Latina, consciente de que su objeto de estudio —la subjetividad humana— no puede comprenderse sino en relación con las estructuras de poder, los dispositivos ideológicos y las posibilidades históricas de resistencia. Su pensamiento no solo desafió el rol neutral del psicólogo, sino que reconfiguró el campo entero de la psicología social latinoamericana, postulando que lo psicosocial es, ante todo, una construcción situada, determinada por las condiciones materiales y simbólicas que configuran el vivir colectivo.

La reflexión de Martín-Baró parte de una constatación elemental pero frecuentemente ignorada: la psicología tradicional ha servido, en muchas ocasiones, como instrumento de adaptación al orden establecido, reforzando narrativas de legitimación de la desigualdad y reproduciendo la lógica del sistema dominante (Martín-Baró, 1985). Esta crítica no se limitaba a una denuncia superficial, sino que revelaba la complicidad epistemológica entre el saber psicológico y el poder hegemónico. En este marco, el autor denunció que gran parte de la psicología social importada desde los países centrales operaba con categorías descontextualizadas, sin pertinencia ni utilidad para interpretar la realidad latinoamericana. Frente a este vacío, propuso una psicología de la liberación, es decir, una praxis científica y política orientada a desvelar las ideologías opresivas, a recuperar la voz de los pueblos marginados y a fomentar procesos de transformación social desde abajo.

En el núcleo de su pensamiento se encuentra la categoría de ideología como mediación fundamental entre lo psicológico y lo social. Para Martín-Baró, la ideología no es simplemente un conjunto de creencias falsas o distorsionadas, como sostenían las versiones más reduccionistas del marxismo vulgar, sino un sistema de representaciones que organiza la experiencia, naturaliza las relaciones de poder y da sentido al mundo vivido (Martín-Baró, 1983). Esta concepción, influenciada por autores como Althusser (1970) y Gramsci (1971), reconoce que la ideología no opera solamente desde el exterior, sino que se internaliza en los sujetos, configurando sus deseos, temores y aspiraciones. En este sentido, el sujeto oprimido no es solo víctima pasiva, sino también portador de una subjetividad colonizada, que reproduce inconscientemente las lógicas del poder dominante.

Sin embargo, allí donde muchos diagnostican una captura total de la conciencia, Martín-Baró identifica un espacio potencial de resistencia. Inspirado en Paulo Freire (1970), considera que la conciencia puede ser desideologizada a través de procesos de concienciación colectiva, donde los sujetos, al nombrar críticamente su realidad, se reconocen como agentes históricos capaces de cambiarla. En esta clave, el poder no es una estructura omnipotente, sino una relación social disputada, donde la resistencia es siempre posible, aunque no garantizada. La psicología social, entonces, debe abandonar su pretensión de neutralidad y comprometerse con el desvelamiento de las formas en que el poder se infiltra en la vida cotidiana, en los símbolos, los afectos y las narrativas que configuran la subjetividad.

Este enfoque implica una ruptura radical con la psicología tradicional centrada en el individuo aislado. Para Martín-Baró, lo psicosocial es una categoría que no puede ser entendida desde una simple suma de lo psicológico y lo social, sino que refiere a un nivel de análisis donde se entrecruzan estructuras simbólicas, procesos históricos y prácticas cotidianas. El sujeto no es una entidad cerrada ni preexistente, sino una construcción relacional, atravesada por múltiples determinaciones que deben ser analizadas en su complejidad contextual. De ahí su insistencia en que toda psicología social debe situarse histórica y políticamente, reconociendo que sus categorías de análisis y sus objetivos de intervención están condicionados por el lugar social desde el cual se produce el conocimiento.

Uno de los ejes centrales de esta propuesta es la crítica al individualismo metodológico, que ha dominado buena parte de la investigación psicológica. Para Martín-Baró, reducir los fenómenos sociales a variables individuales es una forma de borrar las condiciones estructurales que los generan. Así, por ejemplo, estudiar la violencia en El Salvador como una expresión de “personalidades agresivas” o “déficits emocionales” implica invisibilizar la guerra civil, la represión estatal, la pobreza estructural y la cultura del miedo impuesta por décadas de conflicto armado (Martín-Baró, 1990). Esta crítica se extiende al campo de la salud mental, donde se patologizan los efectos del trauma colectivo sin atender a las causas sociales que lo provocan, reproduciendo una lógica de medicalización del sufrimiento que impide su politización.

Frente a este reduccionismo, el autor propone una psicología social comprometida con la memoria histórica, con la dignificación de los pueblos y con la denuncia de las estructuras de dominación. Este compromiso no es meramente moral, sino epistemológico: solo desde una lectura situada y crítica de la realidad es posible producir un conocimiento relevante y transformador. En sus investigaciones con comunidades campesinas, poblaciones desplazadas y víctimas de la guerra, Martín-Baró utilizó metodologías participativas que priorizaban la voz de los sujetos, no como “informantes” sino como co-investigadores del proceso (Blanco & Montero, 1993). De este modo, reivindicó una ciencia social dialogante, horizontal y al servicio de las luchas emancipadoras.

La noción de poder en su pensamiento es, por tanto, relacional y dinámica. No se trata únicamente del poder represivo ejercido por el Estado o por las élites económicas, sino de un poder difuso, que atraviesa los vínculos sociales, las instituciones, los saberes y las prácticas cotidianas. Esta concepción se aproxima a la visión de Foucault (1975), quien entendía el poder como una red capilar de dispositivos que producen subjetividad. Sin embargo, Martín-Baró mantiene un anclaje más nítido en la denuncia de la injusticia estructural, destacando que las relaciones de poder no son simétricas ni neutrales, sino que responden a una lógica de clase, de género y de colonialidad que debe ser desmontada desde una praxis crítica.

La resistencia, en este contexto, no puede ser entendida como un acto aislado o espontáneo, sino como un proceso colectivo de reconstitución de la subjetividad, donde el pueblo se reconoce como protagonista de su propia historia. Este proceso requiere, entre otras cosas, una relectura de los símbolos culturales, una recuperación de la memoria colectiva y una reapropiación de la palabra como instrumento de liberación. Como señala Martín-Baró (1986), la tarea del psicólogo social no es explicar el mundo para que siga igual, sino contribuir a su transformación desde una lectura comprometida de la realidad.

En los últimos años, su legado ha sido retomado por múltiples corrientes críticas de la psicología social, tanto en América Latina como en otras regiones del mundo. Autores como Montero (2009), Cárdenas (2012) y Comas-D’Argemir (2017) han profundizado en la necesidad de una psicología situada, que reconozca las múltiples formas de colonialismo epistémico que aún persisten en las ciencias sociales. La psicología de la liberación, lejos de ser una teoría acabada, constituye una invitación permanente a pensar desde el sur, a interrogar los supuestos naturalizados del conocimiento y a construir una praxis psicosocial comprometida con la justicia social.

No obstante, este legado enfrenta también desafíos. En contextos neoliberales donde se intensifica la precarización, el individualismo y la fragmentación social, el proyecto de una psicología crítica se vuelve más necesario, pero también más difícil. La mercantilización de la salud mental, el auge del coaching y las terapias rápidas, así como la creciente tecnificación de la investigación, refuerzan modelos adaptativos que despolitizan la subjetividad. En este escenario, retomar a Martín-Baró implica no solo recuperar sus textos, sino reactivar su espíritu crítico, su compromiso con los oprimidos y su apuesta por una psicología al servicio de la vida digna.

En definitiva, el pensamiento de Ignacio Martín-Baró sigue siendo un faro para quienes concebimos la psicología social como una ciencia comprometida, situada y transformadora. Su propuesta de analizar lo psicosocial desde las condiciones históricas y estructurales de producción de subjetividad no solo nos permite comprender mejor las dinámicas del poder y la ideología, sino también imaginar formas posibles de resistencia y emancipación. Su voz —silenciada por el poder militar pero amplificada por los pueblos— nos recuerda que la psicología no puede ser neutral en sociedades marcadas por la injusticia. O está con los oprimidos, o está con sus opresores.

REFERENCIAS

Althusser, L. (1970). Ideología y aparatos ideológicos del Estado. Siglo XXI.

Blanco, A., & Montero, M. (1993). Psicología social comunitaria: Teoría, método y experiencia. Paidós.

Cárdenas, M. (2012). Psicología social latinoamericana: Identidad, retos y perspectivas. Revista Interamericana de Psicología, 46(2), 215–224.

Comas-D’Argemir, D. (2017). Psicologías críticas en América Latina: Apuntes sobre una genealogía posible. Universitas Psychologica, 16(2), 1–13.

Foucault, M. (1975). Vigilar y castigar. Siglo XXI.

Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI.

Gramsci, A. (1971). Cuadernos de la cárcel. Ediciones Era.

Martín-Baró, I. (1983). El papel del psicólogo en el contexto latinoamericano. Boletín de Psicología, 10, 29–42.

Martín-Baró, I. (1985). La desideologización como contribución de la psicología social al desarrollo de los pueblos latinoamericanos. Revista de Psicología de El Salvador, 4(14), 123–150.

Martín-Baró, I. (1986). Guerra y trauma psicosocial del niño salvadoreño. Estudios Centroamericanos (ECA), 41(467), 1069–1088.

Martín-Baró, I. (1990). Psicología social de la guerra: Trauma y terapia. UCA Editores.

Montero, M. (2009). Psicología de la liberación: Teoría y práctica latinoamericana. CLACSO.

 

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